Miles y miles de lectores de este blog nos han pedido opinión sobre el controvertido tema del Cubo de Biblioteconomía. Ante su insistencia no nos ha quedado más remedio que hacerlo. Un tema realmente doloroso en nuestra ciudad. Resulta difícil dar una opinión simplista de lo ocurrido porque son varias las circunstancias que han concurrido en este desaguisado, (resulta difícil pero no por ello vamos a dejar de intentarlo). En este tema se han producido tres errores. Es un error al cubo.
El primer error fue de voluntarismo político, cosa muy frecuente entre nuestra “clase política”. Para conseguir que la Alcazaba, (y con ella todo el casco antiguo), gozasen de la presencia del público pacense, alguien de la Junta de Extremadura pensó que sería bueno rehabilitar el antiguo hospital militar que había dentro de ella y darle un uso que promoviera el acceso de la gente a este recinto. Pensaron que uno adecuado sería el de construir la facultad de Biblioteconomía, que a la sazón era un proyecto en ciernes, lo que llevaría aparejado la instalación de la Biblioteca de Extremadura en tan histórico recinto. Hasta ahí todo bien. El problema empieza en que estos egregios políticos deberían haber pasado a una segunda fase que consistiría en pedir el informe de los técnicos de la Junta. Lo que pasó después no lo sabemos, pero hay dos opciones igualmente perversas: que los políticos obviaron este indispensable trámite, o lo que es lo mismo, se lo encargaron a algún técnico “amigo” que informó lo que ellos querían que informara, es decir, que no había ninguna objeción al plan previsto.
Y claro que las había y, además, por partida doble. La primera era que el hospital era un edifico con poca capacidad para albergar la facultad que se quería construir. La segunda era que, siendo la Alcazaba un monumento histórico-artístico desde el año 1931, la normativa urbanística no permitía que se incrementaran los volúmenes o se levantaran obras de nueva planta.
El segundo error fue admitir el diseño presentado y darle el premio de adjudicarle el concurso de proyectos que se convocó al efecto. Personalmente defendemos que cuando se interviene en los cascos antiguos hay que hacerlo con honestidad, diseñando y construyendo como se hace hoy día. No es de recibo crear “pastiches” en los cascos históricos construyendo las cosas de forma diferente a como se construye hoy para darle "un aire vetusto". Así se ha considerado en numerosas intervenciones de muchas ciudades, como por ejemplo en Santiago de Compostela, (para no salirnos del solar patrio). Lo más triste es que quienes denunciaron la construcción, los Amigos de Badajoz, son un grupo de ignorantes que pretenden defender el “pastiche” por encima de toda consideración, promoviendo el uso de elementos vetustos en la ciudad, pensando que así se construye una ciudad hermosa.
Sin embargo, lo que una intervención moderna no puede hacer, bajo ningún concepto, es sobreponerse a la antigua y cambiar su fisonomía de manera agresiva, que es lo que hizo el famoso cubo sobresaliendo por encima de las murallas alhmohades. La solución era difícil porque ya se había cometido el primer error de querer lo que no se puede, pero aún así, se podían haber minimizado los efectos de la intervención creando unos volúmenes que quedaran dentro del recinto, incluso, tal vez, soterrados.
El tercer error es el que nos parece más grave: ignorar la normativa urbanística y permitir la construcción del engendro. Aquí es el Ayuntamiento el que tiene la mayor responsabilidad, puesto que la propia normativa municipal lo impedía. El colmo de la soberbia es lo que hicieron después: puesto que la normativa lo prohíbe cambiaremos la normativa ahora que se redacta un nuevo Plan Municipal. De nada sirvió porque el daño ya estaba hecho.
España es un estado de derecho, (a Dios gracias), y existe lo que se llama la separación de poderes: el poder judicial no tiene porque dar la razón al ejecutivo, (en este caso Ayuntamiento y Junta). De modo que el Tribunal Supremo vuelve a ordenar el derribo que ya fue ordenado en la jurisdicción extremeña porque dice que: “el ejercicio de las potestades administrativas en el orden urbanístico debe responder a las exigencias del interés general, entre las que no se encuentra burlar lo acordado en sentencia judicial firme". Alega el Ayuntamiento que el coste de demoler el edificio sería mucho mayor que el de construir uno nuevo. Eso es una afirmación que técnicamente no tiene ninguna justificación y que viene a ilustrar la manera en que se utiliza el tema, de la forma más demagógica para llevarse el gato al agua.
Llegados aquí, qué es lo que tenemos:
- Un uso muy útil que permite dar vida a la zona de la ciudad que más lo necesita, de la forma más conveniente.
- Una construcción moderna diseñada tal como se debe de hacer hoy día, pero metida “con calzador” en un sitio que no le corresponde y que viene a alterar la vista del conjunto de la muralla, lo que encima da la razón a los defensores de lo vetusto, que son una grave amenaza social.
- Unas administraciones que quieren torear al poder judicial y que evitan cumplir sus sentencias.
- Unas inversiones millonarias a costa del contribuyente, (todos nosotros), que ahora deben de incrementarse en demoler lo construido.
- Una facultad en pleno funcionamiento que ahora tiene un futuro incierto.
Todas las razones nos incitan a defender la situación existente dejando las cosas como están y sin demoler el cubo, salvo dos: el cuidado del patrimonio histórico y el respeto a la legalidad. Pero quiere el infortunio que estas razones sean tan importantes que no tenemos más remedio que defender la demolición aprobada por los tribunales y por lo tanto debemos condenar y condenamos al cubo de la Alcazaba a sufrir la demolición a costa del Ayuntamiento, que es el organismo obligado a velar por la legalidad urbanística.
El primer error fue de voluntarismo político, cosa muy frecuente entre nuestra “clase política”. Para conseguir que la Alcazaba, (y con ella todo el casco antiguo), gozasen de la presencia del público pacense, alguien de la Junta de Extremadura pensó que sería bueno rehabilitar el antiguo hospital militar que había dentro de ella y darle un uso que promoviera el acceso de la gente a este recinto. Pensaron que uno adecuado sería el de construir la facultad de Biblioteconomía, que a la sazón era un proyecto en ciernes, lo que llevaría aparejado la instalación de la Biblioteca de Extremadura en tan histórico recinto. Hasta ahí todo bien. El problema empieza en que estos egregios políticos deberían haber pasado a una segunda fase que consistiría en pedir el informe de los técnicos de la Junta. Lo que pasó después no lo sabemos, pero hay dos opciones igualmente perversas: que los políticos obviaron este indispensable trámite, o lo que es lo mismo, se lo encargaron a algún técnico “amigo” que informó lo que ellos querían que informara, es decir, que no había ninguna objeción al plan previsto.
Y claro que las había y, además, por partida doble. La primera era que el hospital era un edifico con poca capacidad para albergar la facultad que se quería construir. La segunda era que, siendo la Alcazaba un monumento histórico-artístico desde el año 1931, la normativa urbanística no permitía que se incrementaran los volúmenes o se levantaran obras de nueva planta.
El segundo error fue admitir el diseño presentado y darle el premio de adjudicarle el concurso de proyectos que se convocó al efecto. Personalmente defendemos que cuando se interviene en los cascos antiguos hay que hacerlo con honestidad, diseñando y construyendo como se hace hoy día. No es de recibo crear “pastiches” en los cascos históricos construyendo las cosas de forma diferente a como se construye hoy para darle "un aire vetusto". Así se ha considerado en numerosas intervenciones de muchas ciudades, como por ejemplo en Santiago de Compostela, (para no salirnos del solar patrio). Lo más triste es que quienes denunciaron la construcción, los Amigos de Badajoz, son un grupo de ignorantes que pretenden defender el “pastiche” por encima de toda consideración, promoviendo el uso de elementos vetustos en la ciudad, pensando que así se construye una ciudad hermosa.
Sin embargo, lo que una intervención moderna no puede hacer, bajo ningún concepto, es sobreponerse a la antigua y cambiar su fisonomía de manera agresiva, que es lo que hizo el famoso cubo sobresaliendo por encima de las murallas alhmohades. La solución era difícil porque ya se había cometido el primer error de querer lo que no se puede, pero aún así, se podían haber minimizado los efectos de la intervención creando unos volúmenes que quedaran dentro del recinto, incluso, tal vez, soterrados.
El tercer error es el que nos parece más grave: ignorar la normativa urbanística y permitir la construcción del engendro. Aquí es el Ayuntamiento el que tiene la mayor responsabilidad, puesto que la propia normativa municipal lo impedía. El colmo de la soberbia es lo que hicieron después: puesto que la normativa lo prohíbe cambiaremos la normativa ahora que se redacta un nuevo Plan Municipal. De nada sirvió porque el daño ya estaba hecho.
España es un estado de derecho, (a Dios gracias), y existe lo que se llama la separación de poderes: el poder judicial no tiene porque dar la razón al ejecutivo, (en este caso Ayuntamiento y Junta). De modo que el Tribunal Supremo vuelve a ordenar el derribo que ya fue ordenado en la jurisdicción extremeña porque dice que: “el ejercicio de las potestades administrativas en el orden urbanístico debe responder a las exigencias del interés general, entre las que no se encuentra burlar lo acordado en sentencia judicial firme". Alega el Ayuntamiento que el coste de demoler el edificio sería mucho mayor que el de construir uno nuevo. Eso es una afirmación que técnicamente no tiene ninguna justificación y que viene a ilustrar la manera en que se utiliza el tema, de la forma más demagógica para llevarse el gato al agua.
Llegados aquí, qué es lo que tenemos:
- Un uso muy útil que permite dar vida a la zona de la ciudad que más lo necesita, de la forma más conveniente.
- Una construcción moderna diseñada tal como se debe de hacer hoy día, pero metida “con calzador” en un sitio que no le corresponde y que viene a alterar la vista del conjunto de la muralla, lo que encima da la razón a los defensores de lo vetusto, que son una grave amenaza social.
- Unas administraciones que quieren torear al poder judicial y que evitan cumplir sus sentencias.
- Unas inversiones millonarias a costa del contribuyente, (todos nosotros), que ahora deben de incrementarse en demoler lo construido.
- Una facultad en pleno funcionamiento que ahora tiene un futuro incierto.
Todas las razones nos incitan a defender la situación existente dejando las cosas como están y sin demoler el cubo, salvo dos: el cuidado del patrimonio histórico y el respeto a la legalidad. Pero quiere el infortunio que estas razones sean tan importantes que no tenemos más remedio que defender la demolición aprobada por los tribunales y por lo tanto debemos condenar y condenamos al cubo de la Alcazaba a sufrir la demolición a costa del Ayuntamiento, que es el organismo obligado a velar por la legalidad urbanística.
Ya nos hemos pronunciado.
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Me parece un texto objetivo. Yo me posiciono en contra del derribo. Espero que la sentencia no se lleve a cabo.
ResponderEliminarUn saludo,xao
totalmente de acuerdo, un abrazo
ResponderEliminarMe ha encantado el blog. Muy instructivo, lo único que me viene a la mente desp. de leerlo es:
ResponderEliminar"¡Esto es jauja!"
Siempre pasa que lo mismo, pagan el pato los justos, los ciudadanos, y los pecadores de rositas, renovando sillón, elecciones tras elecciones. Y dan igual los colores y las siglas.
Es una pena, la biblioteca, el famoso cubo, es la mejor y cualquier estudiante sabe apreciar su espacio, sus vistas, el aire acondicionado en junio...demasiado buena para ser verdad.